domingo, 15 de junio de 2008

Capítulo 1

Próxima parada: "Toledo". Final de Trayecto.


"Final de trayecto". Una de esas cosas que se dicen sin pensar, porque toca decirlas, porque las dice todo el mundo en una situación concreta. Apuesto a que la chica que grabó esa frase para la megafonía del tren no se imaginó lo equivocada que estaba. Al menos en mi caso. Si fuera yo, no hubiera usado esa expresión.

Me asomé, desde el vestíbulo de la estación al exterior. El sol del atardecer cegaba mi vista así que, en un primer vistazo apenas pude ver con claridad el Alcázar y las Murallas. En cualquier caso, desde la estación poco podía ver. La distancia y el ángulo no eran los idóneos así que decidí poner remedio a ese impedimento físico con el siguiente taxi que pasara ante mí.

El trayecto discurría paralelo al Tajo, pasando por cerca de las casas de los campesinos que viven entre la estación y un meandro del río. Quién sabe. Quizá una de esas casas es el famoso palacio de La Galiana que mandó construir un rey en la leyenda y que Alfonso VIII se encargó de rehabilitar, según comentan, para agradar a su amante judía. En cualquier caso, el entorno lo hacía de lo más apetecible para que, rey o campesino, uno se perdiera en esos parajes llenos de vida.

Al llegar al hotel lo tuve claro. No me iba a ir de esa ciudad sin apreciar los encantos de, al menos, la zona antigua así que le ordené al conductor que no se detuviera, que diera la vuelta en la siguiente glorieta que encontrase y que me llevase a la plaza del Zocodover, que ya me las apañaría yo.

Lo cierto es que Toledo no es una ciudad muy grande en extensión. Y menos la zona del Centro Histórico. Si has visto el eje Alcázar - Zocodover - Catedral - Ayuntamiento ya lo has visto todo. Pero aún así, deambular por sus calles, otear desde la lejanía del Alcázar la Academia de Infantería, pasar por el edificio central de la Universidad, sentir el frescor del río sin tocarlo o fijarse en la vetusta decoración de las fachadas no tiene precio.

Bajé dando un paseo a la parada de autobús que quedaba ya fuera de las murallas y me dirigí al hotel, ahora sí. Había sido un viaje rápido pero yo estaba agotado. Necesitaba ducha y cama en proporciones desiguales así que decidí posponer cualquier pensamiento y preocupación para la siguiente jornada.

«Será un día largo.»

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